Los D´Elia Pérez
Introducción
Soy un tanto melancólico e interesado por las historias familiares, suelo guardar papeles, fotos y otras yerbas, como si me tocase la misión de salvaguardar los tesoros históricos familiares. Intrigado siempre por los hechos ocurridos, pasaba horas escuchando los relatos de los mayores, con el interés que presta un niño a los cuentos de aventuras.
Me fijaba en las actitudes de los personajes de estas historias, de vida familiar, considerando los esfuerzos que tuvieron que hacer para sortear las vicisitudes que se le presentaban en aquellos años al comienzo del siglo veinte, época donde se situaban las narraciones de mis mayores.
Quizá al ver la fuerza que aplicaron mis padres en hacerse un camino en la vida, es que valoré de forma especial los logros por ellos obtenidos, de tal manera que cada objeto, cada herramienta y a cada carta recibida de Italia, le fui tomando tanto apego, que se hizo carne en mi, proteger ese patrimonio cultural.
Por algún motivo no me sucedía lo mismo con objetos personales ó alguna joya, estas no atrajeron mi interés, solo aquellas cosas obtenidas con esfuerzo, para el bien familiar.
En los primeros años solo buceaba en las cajas de fotografías que había en casa, pero con el correr del tiempo comencé a recopilar pequeños trofeos, los que se iban abultando sin tener lugar donde conservarlos.
Me enganchaba siempre pensando en los esfuerzos que aquellos habrían hecho para lograr consolidar esa base de vida.
Esta situación de celoso centinela, me hizo poner atención en mi familia materna, para conocer más profundamente la sucesión de historias cruzadas que en derredor de esta, habían sucedido, las que trataré se narrar según mi punto de vista ayudado por fechas documentales que me proporcionó Cristina mi Prima.
Historia
En Alto Alberdi, barrio La Toma por los años veinte, se afincaron sobre la calle Duarte Quiroz al 2.900 una de las familias que perduraron en el tiempo y formaron parte del folklore de esa zona, los D´Elia al llamar de la gente. Procedentes de Buenos Aires, la familia compuesta por mis Abuelos Antonio y Josefa Pérez, con sus tres hijos, Antonio Egidio, Oscar Anacreonte y Nélida Flora, mi madre, la menor, Se acomodo por un tiempo en Alta Córdoba, compartiendo una casa con la familia D´Andrea.
Don Antonio oriundo de Italia, Calabria, ciudad de Monte Giordano, nacido el 25 de marzo de 1897, llegó de muy joven a la Argentina siendo aún menor de edad, donde de alguna manera se abrió paso con mucho esfuerzo, como el común de los inmigrantes. Este italiano nacido bajo el signo de Aries, era robusto y de talla media, típica de los sureños peninsulares, Antonio su segundo nombre, además, Anunciado ó Egidio, en algunos casos y también Salerno como apellido materno; los que usaba en distintas ocasiones, según muestran algunas documentaciones.
Antonio D´Elia Socialista por elección, comenzó a trabajar joven como oficial sastre en Gat & Chaves casa de indumentaria de caballeros muy reconocida en aquella época, no tardó en iniciarse en la actividad en forma particular, apoyado por su esposa y sus hijos en la medida que estos crecían, así se armó el taller de costura. Puntada tras puntada bajo el calor de las planchas de carbón, Don Antonio y su familia, se fueron desarrollando, sin dejar de lado, que estos jóvenes debían estudiar el arte de la música, ejecutando algún instrumento musical.
En corto tiempo el taller creció y Don Antonio dejó su trabajo anterior para dedicarse de lleno a la actividad familiar, al que se le sumaron dos vecinas, Potota y Tunina Porcci como costureras.
Anunciado Antonio Egidio D´Elia Salerno era mi Abuelo materno, un hombre polémico, si los hubo. A través en su larga vida, dejó una estela de sin sabores, que hoy lo recordamos más por sus polémicos pasajes que por lo bueno que pudiera haber tenido.
Haciendo honor a las historias familiares, y a la riqueza que estas encierran, trataré de evitar que caigan en el olvido, recordando que esta narración responde estrictamente al punto de vista personal, y recuerdos testimoniales de algunos de los personajes mencionados, relatos que todavía se escuchan en los memoriosos de aquellos tiempos, pasajes que dejan absortos a los más adelantados.
Don Antonio, de planteos invasivos, opresivo y autoritario, polémico y disociador, supo manipular a su grupo echando por tierra los derechos individuales de sus familiares.
Enviudó dos veces y se casó tres, con todas sus esposas tuvo hijos y sistemáticamente sometió a quien más y a quien menos bajo su único e intransigente delirio de poder.
En su primer matrimonio se casó con Josefa Pérez, (Pepa) el 16 de octubre de 1915, nacida en Buenos Aires el 26 de junio de 1895, una típica gallega, de ojos grandes, muy bonita, abnegada a sus hijos y al hogar.
Tuvieron tres Hijos, Antonio Egidio del 3 de marzo del 17, Oscar Anacreonte del 09 de julio del 1919 y Nélida Flora nacida el 03 de febrero del 21, mi Madre.
Como una oblea señaladota y sin minimizar la esencia del relato traigo un hecho que pinta de manera elocuente como una pincelada en la tela a este destacado italiano, ¡mi Abuelo!.
Por aquellos años, pocos eran los mimos que las mujeres guardaban para si, según recordaba una memoriosa vecina, la Pepa, se sentía orgullosa de su larga trenza, detalle muy querido para su arreglo personal, arraigado de manera cultural en su ascendencia española; enrollaba su trenza en uno ó dos rodotes, que liberaba en los ratos de reposo y esparcimiento,
Fruto del reclamo de Pepa por el explosivo carácter de su esposo, un día la discusión desembocó en un enojo tal, que Antonio tomo la tijera de sastre, esas grandes de unos treinta centímetros de largo y le cortó su amada trenza, arrojándola al fondo del aljibe que tenían en su casa. Esta actitud avasalladora y prepotente, ocurrió enfrente de Nélida que solo tendría unos siete años, incidente que con seguridad ella nunca olvidó.
Estas actitudes eran moneda corriente en mi abuelo, llegando a inquietar a los vecinos de las casas contiguas, que en aquellos años participaban de alguna manera como parientes de la vida, que conociendo los por menores de estas comunidades vecinales, le hacían reclamos sobre su forma opresiva de tratar a su familia, situaciones que no le hacían mella, Don D´Elia ya que este, siempre se sintió superior al común de sus pares y jamás tomó en cuenta ningún planteo semejante.
Retomando el hilo del tiempo, cuando aún afincados en barrio Alta Córdoba, gestionan un crédito en el Banco de Córdoba con el cuál compran un terreno de doscientos setenta metros cuadrados, sobre el boulevard Duarte Quirós donde comenzaron a construir las primeras piezas, ayudados con un crédito del Hogar Obrero, al que se asociaron en los primeros años de existencia de esta entidad, sumado a los esfuerzos familiares de Pepa mi abuela, y paulatinamente el trabajo de los hijos varones, que para este entonces ayudaban en el taller de costura. Ya armada la casa contaba con, con tres habitaciones comedor, galería, sala de música, cocina y baño, como lo reflejan viejas fotografías en donde posan juntos de mis Abuelos
Con el correr del año treinta y cuatro, tras una larga enfermedad de pleuresía serofibrinosa, fallece Pepa, mi Abuela, durante su enfermedad no dejó de trabajar, sus molestias aumentaban con el uso de la plancha a carbón, labor indelegable según mi abuelo. Esto lo recordaba Nélida que por aquel entonces tenía doce ó trece años.
Mi Abuela Pepa, tenía dos hermanos, Manuela y Luciano, se casó con Antonio, y lamentablemente, poco puedo decir de Ella, ya que en la cultura familiar el eje del sistema siempre fue el Abuelo y Nélida era muy joven cuando su mamá murió, como para transferir su acervo cultural; en algunas fotos la veo sonriente, tengo una en donde está con mi Abuelo el patio del fondo al lado de las puertas del comedor y la cocina, en otra junto con Antonito, en esas tomas que se enmarcaban en cuadros ovalados.
Según lo que pude conocer, Ella se relacionaba con los vecinos, los que se veían a través de los alambrados divisorios, hizo muy buenas relaciones con Doña Catalina de Porta y con Doña Rosa de Herrero, refugios a donde mi Mamá iba cuando su Papá la hostigaba. Considero que mi Abuela Pepa, fue una mujer típica de una época en donde el hombre ensombrecía la luz personal de la esposa, ser Madre, trabajadora y abnegada al hogar terminaba con las posibilidades de la mujer. El desarrollo de una mejer, mucho tendría que ver con el tipo de hombre con quien se casaba y en este caso, sería como pedirle peras al olmo.
Recuerdo algunas anécdotas que comentaban los mayores, las que quedaron fijas en el horizonte familiar; eran comunes las palizas a mano batiente, situaciones que con el tiempo pasaron a contarse como anécdotas risueñas ya que en aquellos tiempos culturalmente eran muy frecuentes. Una vez le tocó a Nélida, mi mamá, que estaba lavando los platos y su papá la agarro de los pelos para pegarle una felpeada y Ella que tenía los cubiertos en la mano los interpuso y resultó que el Abuelo se lastimó su mano inesperadamente.
Las cosas por aquellos años eran muy duras, había que trabajar ayudando a la casa, los varones ya adolescentes Antonito y Oscar, lo hacían normalmente, estos no tenían posibilidades económicas para sus andanzas personales, por lo que más adelante comenzaron a tocar en algunos bailes para hacerse de un mango, siempre a escondidas de el Abuelo, ya que este exigía que todo ingreso pertenecía a la casa.
Cuenta mi prima Cristina hija de Antonito, que cuando se caso con su mamá, el Abuelo le vació los bolsillos del pantalón ya que todo lo conseguido hasta el momento pertenecía a la casa, ¡Que tal!
En la casa se tenía aprecio por la música clásica, Oscar que luego de arduas discusiones se había independizado y trabajaba como sastre de señoras, con sus ingresods había comprado un tocadiscos, que por supuesto cuando se fue de la casa, el aparato quedó allí, incautado por Don Antonio.
Al cumplirse un año del fallecimiento de Pepa, mi Abuelo se casa nuevamente, con su segunda esposa Mari Britos de 27 años el 07 de setiembre del 35 de este enlace nace otro hijo varón Héctor Mario Espartaco y la cosa se comenzó a complicar administrativamente, ya que el Abuelo no realiza la sucesión de bienes correspondiente.
Análisis histórico de los sucesos
El dos de marzo del año treinta y nueve el Banco de Córdoba da por pagada la deuda completa del lote y le otorga la escritura definitiva, corolario final de aquella patriada de comprar un terreno para la casa propia.
En aquellos años el banco no entregaba una escritura inmediatamente después que el cliente completaba el pago, por lo que con seguridad mucho tiempo antes la obligación se habría cancelado.
El escribano del Banco de Córdoba Lc. Julio César Viale le otorga mediante escritura, el 02 de marzo de 1939 la propiedad, sin indagar por los descendientes de la esposa fallecida, y con certificado 74038 concluye el acto.
Hete aquí que mi abuelo ya casado en segundas nupcias hace figurar que en esta fecha realmente compra el inmueble, desconociendo derechos gananciales adquiridos por lo plantado en vida de su primera esposa y pasa a ser el único dueño de esta propiedad, acto falaz por donde lo mire, porque ya estaba casado por segunda vez, entonces estos bienes serían gananciales del primer matrimonio ó al menos del segundo, por defecto.
Lo cierto es que mi abuelo enviuda por segunda vez, y en fecha 06 de junio de 1951 realiza una declaratoria de herederos caratulada con el nombre de su segunda esposa Mari “declaratória”, por lo que desconocía de plano, cualquier derecho de los herederos del primer matrimonio, reconociendo esta declaratoria como únicos y universales herederos a mi Abuelo y al hijo del segundo matrimonio Héctor.
Sobre llovido mojado, apoyado por su amigo El Abogado Arturo Orgaz, se le ocurrió hacer una nueva figura, vender su mitad indivisa con reserva de usufructo, que se lleva a cabo en la escribanía de Mercedes Orgaz registro N°178; año 1951, anotado al N°21 folio 45 tomo I del 1952 y en dominio N°3899 folio 4479 tomo 48 de 22 de febrero de1952; donde El le vendía su mitad indivisa, a los tres primeros hijos en cambio de ese beneficio, de esta forma les hacía ver que al morir El, ellos también serían parte hereditaria, acto que no invalidaba, que la otra mitad indivisa les pertenecía, pero según la falaz declaratoria, esa mitad ahora había pasado a ser del hijo del segundo matrimonio, sin derecho sustentable.
La cosa se complico de manera explosiva, ya que estaba mezclando dos matrimonios en un solo bien.
Los tres hijos del primer matrimonio, mayores de edad acceden al pedido, y el cuarto, fruto del segundo matrimonio, no firma por ser menor.
Evidentemente ante la solicitud del padre, estos tres primeros no pusieron traba al coctel molotov que se estaba gestando.
A esta altura del partido, si hubiesen hecho las cosas más o menos bien, a la muerte de mi Abuelo los cuatro herederos hubieran recibido un cuarto de la mitad indivisa de la propiedad cada uno, lo que viene a representar un octavo del total. Recordemos que la otra mitad correspondería a los derechos de Pepa mi Abuela.
Cierto es que en tiempo del segundo matrimonio la economía familiar tuvo un auge mayor, los primeros hijos ya eran grandes y se auto abastecían; la segunda esposa tenía ideas más revolucionarias, emprenden una ampliación de lo edificado, generando un salón de costura más amplio y una casa habitación muy extraña realizada en varios niveles, pieza sobre pieza, garaje, sótano y una cocina en lo más alto de esta casa; el aspecto desde afuera daba la impresión de una importante propiedad, lo que satisfacía a mi Abuelo, que colgó dos fotos en la sala de recepción con la fachada del frente, claro todo sobre el mismo lote, aquel que comenzara en vida de mi Abuela, por lo tanto, bienes gananciales del primer matrimonio.
En vida de la segunda esposa, se plantó un negocio de modas en una galería del centro, a donde se ofrecían productos estándar para señoras y trajes a medida de confección familiar, Situación poco duradera ya que fue incubando un ambiente hostil, motivo por el cual los Tíos tomaron otros rumbos. Sin duda al morir Mari, a su hijo si le correspondería parte del negocio.
La vida real, a menudo nos presenta situaciones más complicadas que la imaginación de varios novelistas, esta no fue una excepción, mi Abuelo vuelve a casarse el 11-6-1952 por tercera vez, con Rosa Ramaciotti y por supuesto como ya era su costumbre continuó pisando sobre el mismo terreno fangoso y la cosa se sigue complicando de manera superlativa, ya que de este nuevo matrimonio nace otra hija, Liliana Matilde y ahora los herederos potenciales de mi Abuelo son cinco, excluyendo este inmueble, ya que al momento de aquel usufructo había vendido su parte a los hijos en cambio de ese beneficio.
El tiempo pasó y el hijo del segundo matrimonio ya mayor, demanda judicial de por medio, solicitó su parte de este negocio generado en vida de su madre, evidentemente la cosa no era fácil ya que en él ya trabajaba la tercera esposa.
Sin duda le pertenecería, la mitad de los activos al morir su madre, pero a este tiempo, el comercio ya llevaba varios años de explotación en período del tercer matrimonio por lo que estaban en juego también, los intereses de la tercera esposa y su heredera potencial, Liliana.
Dado lo efímero que puede ser un comercio, el tiempo transcurrido hizo que este quedase obsoleto, por lo que tuvieron que cerrarlo. El perro no soltó el hueso hasta que se quedó sin dientes.
Siguiendo la estela de este verdadero hacedor de errores, debo mencionar que durante los años en que se realiza la ampliación también se construyó una habitación en la parte posterior de la casa, pegada al lavadero y el baño que como todas las casas de la época se lo ubicaba al fondo; a esta parte de la casa se podía acceder por un pasillo lateral, fruto de un viejo callejón de paso, el que servía de acceso al pasaje Mordini. Con el tiempo mi Abuelo y su vecino Bertucci lo cerraron, ante el riesgo de seguridad que este enceraba y tomaron mitad cada uno.
Dada la amplitud de la vivienda, El Abuelo divide la propiedad en cuatro partes cerrando puertas y aprovechando la independencia de la construcción del frente, aquella de varios pisos, logrando así cuatro partes de las que alquila tres, haciendo un mal uso del beneficio de usufructo, obteniendo un lucro del bien, incurriendo en un error con visos de nulidad del derecho adquirido. Evidentemente siguió avasallando los derechos ajenos, nadie le puso freno y siguió embarrando la cancha.
Esta situación la lleva adelante por varios años hasta que se le hace insostenible la situación y debe arreglar con el cuarto hijo los beneficios del aquel negocio generado en vida de su madre Mari, y trámite abogado le cede lo edificado al frente, entendiendo que esta había sido hecha en vida de su madre, pero claro, sobre terreno ajeno.
Ante el descontento de algunos de los hijos del primer matrimonio, este toma posesión de la propiedad del frente, ejerciendo derecho sobre la falaz declamatoria que lo hizo heredero de la mitad de lo plantado, situación que continuó por el resto del tiempo.
La sucesión de errores, lleva a esta situación con visos de nulidad ya que no tiene trazabilidad legal.
Con el avance de los años, y en plenitud del tercer matrimonio se construye una propiedad muy confortable en un barrio cercano, en expansión por aquellos tiempos, donde se traslada el matrimonio y su hija.
Durante este tiempo, estando mi madre enferma el Abuelo le sugiere ocupar la casa y fuimos a vivir allí, ocupando la parte donde El vivía, esta situación duro tres ó cuatro años; mi Abuelo seguía alquilando el departamento del fondo, pero al vencimiento del contrato el inquilino se fue, quedando el departamento vacío.
Por aquel tiempo, mi prima Cristina hija de Antonio Egidio, casada con dos hijos, tenía problemas económicos fruto del común de las situaciones de toda pareja en tiempos de crecimiento, motivo que llevó a mi vieja a invitarla a instalarse en ese lugar con su familia, la cosa venía bárbara mientras el matrimonio trabajaban ella le ayudaba con algunas tareas de los chicos.
Aquí surge otra perlita de mi Abuelo, al enterarse El de esta situación, donde perdía la posibilidad el alquiler del lugar, no tuvo mejor idea que enviarle una denuncia policial a la nieta, por usurpación de la propiedad esgrimiendo el derecho de usufructo, trámite declaraciones en policía y permanentes hostigaciones, al tiempo mi prima se mudó.
A los pocos años tres ó cuatro a mi Abuelo se le ocurrío volver a ocupar la casa y dejar aquella moderna y confortable, esta nueva embestida tiene un par de versiones, una se refiere a que no quería vivir tan lejos, pero yo creo que el perro del hortelano quedaba como un poroto al lado El, se dio cuenta que perdería el usufructo al no ocupar la casa como vivienda personal, y quiso regresar, tramite desalojo judicial al que mi vieja hizo toda la resistencia que pudo regresó, una vez más la justicia injusta le daba a este personaje otra oportunidad de molestar, y el matrimonio volvió a ocupar la casa.
Aquella hermosa casa que ellos construyeron contado por Liliana con recursos hereditarios de Rosa su madre, se vendió y realmente no me enteré que hicieron con los dividendos de la venta, pero no considero análisis interesante para este relato.
Finalmente allí vivió sus últimos años; un día conversando, me dijo que a El le gustaría que la casa quedase para una biblioteca que llevase su nombre, quería seguir siendo centro aún después de muerto, sin pensar que querrían hacer los herederos que desde el año treinta y cuatro esperaban por la herencia de su madre, bueno esto era habitual, nunca le interesó nada de nadie, solo El..
Después de la muerte del Abuelo, su tercera esposa fue a vivir con su hija y la casa quedó cerrada, en mi anhelo de conservación pensaba que podría comprar la casa a los herederos; tenerla me movilizaba, alguna aplicación le encontraría, pero las cosas siguieron complicándose hasta que finalmente la casa se vendió, con alternativas que relato en Historias con Sudor.
Como corolario les dejo esta perlita, unos meses después de la venta de esta problemática casa, cedieron los cimientos de la parte construida al frente y tuvieron que demolerla completa. ¡Cosa rara no!
Rodolfo