Viaje al pasado
Disfrutando al máximo la oportunidad de que un hijo se sume a tu proyecto de historias,
Salimos temprano con Mauro rumbo a Cabana, la intensión era sacar fotos, para acompañar los relatos que desde un tiempo atrás vengo escribiendo, Mauro quería contrastar las viejas tomas familiares de aquellos años con otras actuales, ya temprano nos preparamos y salimos en la camioneta. Mauro venía armado con una súper cámara y un bolso con todos los lentes y recambios del tipo profesional, parecía un corresponsal de algún diario famoso. La charla en el viaje fue tomando forma y como de costumbre comencé a volar en el pensamiento, ya perdido en mi, el objetivo del viaje continuaba manejando inconcientemente al destino fijado; a la altura de Unquillo, Mauro me pregunta esta era la estación del tren, ó lo que queda de ella?, paramos de inmediato y recorrimos la pequeña edificación en aparente reconstrucción, vimos un par de piezas, la galería del anden y los detalles que mostraban el tiempo de su construcción, columnas, pisos, torre de señales, puertas viejas y como por arte de magia cerrando los ojos me encontré con mis viejos parado en ese andén, que tantas veces transitáramos. Acomodando el sol y los ángulos que Mauro iba descubriendo, disparó una metralla de tomas, sin percibir que un par de lugareños observaba Nuestros movimientos, portando semejante artefacto fotográfico en mano.
Continuamos nuestro viaje rumbo a Cabana, mientras le comentaba detalles de las referencias que atravesábamos, aquí había un hotel, allá estaba el bar hasta que llegamos a Pedro Borria, a esa altura Mauro me iba citando a modo de pregunta pasajes de mi relato, que por supuesto había leído varias veces. Paramos al costado de la calle y con cautela comenzamos a recorrer con la mirada, ese caserío que mostraba un aspecto de pueblo fantasma, pinta de aldea de Tueno pero en amplia decadencia, un cartel despintado de Almacén, que nos hace dudar si aún funciona, en una ventana un anuncio sobre un papel Se hacen encuadernaciones, un pizarrón a la vereda ofrece Pan fiambre y queso, un par de camionetas viejas estacionadas en una zona baja del terreno, entre las casas y la verja de frente, tapadas con basura de quien sabe cuanto tiempo, y para completar, un gran perro tipo Bull Mastif, atado con una cadena a un cable tendido entre un par de árboles, se destaca la tierra pelada, como en un gallinero donde nunca vendrá el pasto, deprimente sería la definición del lugar, hacía pensar en esas películas que muestran lugares en donde la policía no entra ni por equivocación. Mirando a unos treinta metros más adelante, vemos unas personas que conversaban con un lugareño, nos pareció una situación un tanto más amigable, nos acercamos y saludamos para amenizar nuestra presencia.
Juntando un poco de coraje, comenzamos a bajar para el arroyo, por unas veredas destruidas, de las que brotaban líquidos cloacales entre las flojas baldosas. Esquivando una puerta de heladera vieja puesta a modo de protección, seguimos avanzando por esa vereda rumbo al arroyo, llamativo era ver trapos colgados en las pequeñas ventanas a modo de cortina, una cocina en una galería a la entrada en un departamento, un par de niñas que salían de su casa y mucha basura desparramada por todos lados, lo anecdótico fue un gran cartel ¡No tirar Basura! en medio de todo.
Nuestra mirada quedó congelada al ver lo que fue el balneario sobre el arroyo, había, mesas de cemento en varias filas acordonando la zona, una gran pileta de natación sobre el cause del río, tal lo recordaba, todo un potencial allí construido, un kiosco de material de forma semicircular, a la vera de la larga pileta, donde se ofrecerían bebidas y sándwiches, Como en una reconstrucción imaginaria pensaba el aquel balneario recién construido, que orgullo para don Pedro Borria, hoy increíblemente lleno de basura esqueletos de heladeras tiradas estructuras de cocinas, grandes veredas de piedra, construcciones de cemento que el tiempo y los árboles fueron destruyendo, más allá el hongo en medio del espacio para niños medio tapado de tierra yuyos y partes de heladeras destruidas entre vertientes de líquidos cloacales bajando del caserío, Mostraba un aspecto de ciudad abandonada, de pos guerra. Para esto Mauro había tomado confianza y no disimulaba portar esa gran cámara que parecía un lanza misiles personal, registrando las tomas más osadas, que este predio mostraba.
Siguiendo nuestra recorrida, llegamos a una gran platea, ¡La Pista de Baile!, a un costado un escenario techado como esas postales del año treinta, no puedo dejar de pensar, me imagino en un viaje a través del tiempo, las mesas alrededor de la pista, escaleras arriba el bar, una orquesta tocando, todo iluminado y mucha, mucha gente con sus mejores galas, dispuestos a pasar una noche inolvidable, ¡majestuoso!.
Ya de retirada nos llama la atención un grupo de maceteros de cemento oficiando de capiteles en el bajo muro que acordonan la escalera central. Con el ojo siempre atento y un cosquilleo en la panza por tanta desidia, nos preguntábamos como pueden vivir en esas condiciones extremas.
Al llegar a la calle nos arrimamos nuevamente a las personas que aún conversaban, sacamos unas fotos a la arcada del frente, también de algunas rejas y especialmente de una placa de bronce, que milagrosamente se mantiene amurada al frente. Esta muestra con orgullo un mensaje de esperanza y buenos augurios de los fundadores del paraje.
Ante nuestro claro interés un lugareño comento en su departamento otrora administración se encuentra todavía la caja fuerte del complejo, explicó también que es inquilino de uno de los cuarenta y dos departamentos.
Saludamos nuevamente y ya caminando hacia el camioneta le comentaba a Mauro que esa calle se llenaba con los colectivos y autos de los visitantes de aquellos tiempos, época esplendorosa que el tiempo pasado fabula y embellece más aún, subimos a la camioneta y continuamos nuestro viaje a Cabana.
Pasamos frente a la casa donde veraneo Tita Merelo, Cineville y el parador de Villa Cabana, unos metros más adelante paramos en lo que fuese la carnicería para sacar una foto.
No podíamos continuar si hacer una parada en la bajada frente a la barranca, y disfrutar de la vista panorámica frente al valle, en este sitio nos deteníamos cuando chicos, a gritar saludando a los que estaban en casa.
Como a caballos que le han puesto anteojeras, no miro las nuevas edificaciones, tratando de transitar el viaje por el delgado hilo del pasado. Es un viaje diferente, hoy remontare casi sesenta años de vida, con mis canas, mi boina y mis anteojos.
Más abajo ya girado en el viejo estanque, enfrentamos la entrada a Bonelli ¿Se podrá entrar en la hostería? indicándole con la mano le digo justo allí estaba la entrada, pero hay otra bajada, seguro que algo encontramos,… por aquí daba la vuelta el local, encontramos aquel predio todo dividido, donde estaba el sordo con la reparación de bombas está la cooperativa de agua, ¡aprovecharon el pozo!
Al lado de la cooperativa de agua está todavía la hostería, preguntamos si podríamos entra a sacar fotos, una linda joven que atendía y nos sugiere llamar por teléfono a los dueños, para lo cuál nos facilito el número y el teléfono, acotándonos que nuestros celulares no tendrían señal.
De inmediato hablamos con la señora Naife que amablemente nos autorizó aprovechando para comentarme que cuando ellos compraron ya no quedaba ningún mueble original, además habían tenido que reconstruir todo el lugar.
Traspasado el alambrado estaba allí, igual que entonces, los patios los cuartos con sus números en los marcos, pequeños carteles ovales en chapa y esmalte, de fondo blanco y números negros 1,2,3 4 están respetuosamente conservados, los maceteros centrales del patio con las sombrillas de alambre para las enredaderas, las columnas de alumbrado con sus tres brazos todavía erguidas, la pileta de natación, todo igual, solo que se le agregaron en las esquinas los capiteles de la entrada principal, aquella de gruesas columnas bancos de mampostería y el cartel de Hostería Bonelli.
En ese patio bailábamos folklore, aquí estaba el comedor allá la cabina de los sifones pero falta la cancha de bochas, que más o menos estaba por aquí. Raspando con el pié un poco de arena y tierra encontramos el borde de la cancha, viste no estaba equivocado, como si hubiese sido el dueño del lugar le mostraba a Mauro todos los detalles, la entrada desde el arroyo el canal de la vertiente, qui cantaba el Chango Rodríguez. Los techos de caña, paja y chapa las puertas intactas, imaginaba ver las mucamas que todas las mañanas ordenaban los cuartos, vestidas con delantal blanco sobre vestidos oscuros, y el retumbar en todos los rincones de la vos ronca y tanguera de Angelita llamándolas.
Fotos y más fotos acumulaba la cámara, con seguridad a esta altura Mauro estaría mareado con mis comentarios, pero me dice, debemos estar al lado del rancho de Doña Mecha; si al lado, indicando el lugar con la mano aparece un vecino del otro lado del canal donde termina la vertiente, no dudé en pedirle autorización para entrar, solo estamos sacando fotos para armar una narración de Cabana, en pocos minutos estuvimos con el Sr. Luis Re. A poco de caminar pasamos sobre un puente hecho con tres tirantes de madera al piso y allí estaba lo que sería el rancho, el techo caído las gruesas paredes de adobe a media altura algo de revoque y el infaltable piso de ladrillos. No puedo disimular mi cruda realidad diciendo, no son tantos los años para que esto esté todo así, Don Luis me comenta que desde más de veinte años ellos están, y que todo estaba igual, no lo quise demoler, tampoco lo quise reconstruir, por respeto lo conservo tal cuál;…. y los morteros de piedra? Aquí está, moviendo unos arbustos nos muestra uno, con una mano de piedra el su interior, si pero faltan dos más, me mira con gesto de no saber, mire debajo de esta pequeña lomada hay una piedra grande con dos morteros más, si escarba un poco los va a encontrar, no dejamos detalles sin mirar la base del horno y el lugar donde estaba la casita de la Paya, solo se ve algo de cimientos, el resto está tapado por un hermoso quincho. Esta visita no fue una excepción, Mauro seguía tomando fotos de todo el lugar.
Agradecimos la amabilidad y volvimos a la camioneta para continuar con nuestra visita.
Saliendo del predio de Bonelli comento que bueno haber tenido la suerte que estas personas hayan, mantenido la hostería tal cuál, se nota que tienen un gran cariño por el lugar.
Pasando por frente a Martínez donde funcionó el almacén El Alto llegamos a la casa de Blanca, donde veníamos de vacaciones con los viejos.
Blanca Martínez vive en lo que fue el rancho histórico, donde veraneábamos de chicos, Ella encaró reformas y agregados, que transformaron aquel humilde lugar, en una casa confortable, manteniendo aún aquellas gruesas paredes de adobe.
Me siento muy cómodo, es aquí donde está clavada la estaca central de mi relato, aquí tengo anclado el barrilete de recuerdos.
Luego de tomar un café y ponernos al día con los comentarios, buscamos a la Señora Susana, que vive desde hace varios años en la casa del lado, donde veraneaban Los Mendizábal y que después compró el Coco Villa Plana. La intensión es cruzar a lo de Berta, para ver lo que era la escuela, la casa de Alto y el almacén de loza, pero con una cierta autorización.
Advertidos por Susana que nos llenaríamos de Amor Seco, abrimos una pequeña puerta de rejas y entramos en el predio de Berta, haciéndonos paso entre los yuyos que desde mucho tiempo no se cortan, vimos la Casa de Alto, en medio de una lomada del terreno, erguida y sola como trofeo de guerra abandonado, su aspecto muestra el paso del tiempo, solo que se agregaron con un par de puertas de reja para darle algo de seguridad, miro por entre la rejas donde faltan los vidrios y recuerdo los detalles constructivos los muebles de entonces y la pequeña cocina, todo lo que esta en mi memoria, Por aquí hay una escalera que conduce al segundo piso,…. arriba hay dos piezas, miro la casa por uno de los lados…que pequeñas que son realmente,… mira Mauro, el tanque sobre el techo como te contaba; puedo subir? m m no creo que sea seguro los escalones pueden estar flojos!
Sacamos fotos desde todos los ángulos y continuamos recorriendo, todavía está la pileta de lavar aquí afuera; siempre estuvo allí; si al lado de la escalera de atrás.
Con la fachada mostrando las heridas de humedad, parece reclamar un poco más de atención..¡Aquí estoy mírenme, todavía entera!
Bajando yuyos continuamos camino abajo por lo que fue sendero ancho; por él se llegaba con auto al almacén de Antonio, hoy se nos hace difícil transitarlo a pié; nos agachamos para pasar por debajo de una gran rama caída, de aquel árbol añoso. Sin dudas bajó los brazos cansado de esperar, pareciera que su sombra ya no era útil para aquellos que una vez lo plantaron.
Todo es triste, continuamos caminando absortos ante esa imagen impactante de abandono,
En medio de todo, reflexiono pensando que corta es nuestra vida ante los tiempos de la naturaleza, en cuanto nos descuidamos, el lugar vuelve a sus orígenes selváticos, en definitiva, solo lo tomamos prestado.
Unos metros más adelante encontramos las ruinas de aquella almacén, la lluvia filtrada entre los rotos techos abrieron una grieta importante en las paredes de piedra y barro, rodeando el lugar nos encontramos con una galería un banco de mampostería y lo que fuera un baño, lleno de paja, lecho de algún animal que encontró refugio entre las solitarias ruinas. Las puertas entre abiertas dejan ver el techo caído, la gruesa cumbrera quebrada, sobre los escombros, parece avergonzada y vencida, sus astillas muestran miles de pequeños agujeros, rastros por donde escapo su savia interior. Mas allá una mesada de piedra en lo que fue una cocina, restos de un artefacto a kerosene y una ventana con el marco desvencijado, ya en el patio de frente, se ve un sendero que posiblemente conduce al arroyo. Muestra que alguien pasa de vez en cuando. Orillando la parte plana del patio, observo en la barranca que da al río, restos de una heladera desarmada, como si alguien se hubiese ocupado en destruir.
Como respetando el luto de lugar con la garganta tensa casi ni hablamos entre nosotros, solo puedo articular palabras de referencia, mientras los clic, clic, de la cámara siguen acompasando el silencio como telégrafo pidiendo auxilio.
Con la intensión de llegar a la casa de Berta, pasamos nuevamente frente a la Casa de Alto, vemos al pasar el esqueleto de caños de un respaldo de cama usado a modo de puerta de corral, mira aquí estaba la escuela, de frente veo una corta escalera, de ladrillos, en ese momento viene a mi memoria esa imagen, por ella se llega al patio central, esta parte pertenecía a Nena, la hermana de Berta. El aspecto general no difiere del resto, pero con un toque aun más viejo, los ladrillos del techo muestra una figuras romboidales, ¡que raro Mauro!, El levanta la mirada, conocedor de costumbres del norte me cuenta, mira Viejo eso se hacía mojando los ladrillos en cal tomándolos desde la puntas, por eso quedan así con una figura geométrica, el piso de ladrillos, en la galería y en el interior, las columnas de hierro, dejan apreciar lo añoso de la construcción, que en general, está tal cuál lo recordaba, hoy con muebles viejos en su interior, lleno de excremento de aves como si estuviese lleno de murciélagos el techo. Al acercarme a una de las piezas, me impacta un bulto blanco en el piso, frente a la puerta, una escultura de yeso, con una base de unos quince centímetros de alto, estaba allí, realmente no esperaba un imagen semejante, representaba un cuerpo acostado en posición casi fetal boca abajo, con sus manos tomándose la cabeza, daba la imagen de una persona atormentada, desde mi posición solo podía verla desde atrás. Esta imagen, el entorno, el abandono, los muebles destruidos, me produjeron una sensación desagradable que me hizo abandonar el lugar.
Cuando vuelvo la cabeza veo a Mauro sobre un árbol caído, uno de sus gruesos troncos se había apoyado al borde del techo, desde allí disparaba su cámara sin retaceos. Pocas veces tenemos la oportunidad de viajar al pasado de esa forma, Entonces donde estaba el mástil; Aquí en este lugar, levantando la mano entre los yuyos muestro el sitio.
Esta era la escuela, ¡al menos no se vino abajo!. Viste esa mesa Viejo, como para un quincho no?; descendemos por la escalera de ladrillos, llevando la mochila de recuerdos un tanto más cargada, nos encaminamos rumbo la casa de Berta.
Un pequeño cerco de alambre divide la entrada, una pequeña pieza con puerta abierta deja ver una serie desperdicios, no despierta ningún interés, más adelante frente a las habitaciones hay una gran piedra, donde según cuenta Susana, la vecina, dejaran los restos de Berta; sacudo mis hombros para acomodarme una sensación de extraña, el pudor de entrar en ese lugar, la intimidad de su casa, miro solo de reojo, el baño está con la puerta abierta, no quiero profanar el lugar, prefiero respetar y recorrer los alrededores, Mauro me muestra un centro de lo que fuera una gran rueda de carro, colocada como porta maceta, un sillón de madera tipo griego y un reclinatorio desparramado en una cocina contigua, todo es muy pesado quizá es solo una sensación propia, siento el luto por todas partes, falta vida, falta Berta.
Como para escapar de allí, refresco la idea de buscar la ventana que daba a la casa de Agusti, esa que trepábamos en la escalera para llegar al teléfono, esto me hace sentir mejor. Subiendo un resalto del terreno, descubro que no es por este lugar por donde llegábamos, pasábamos frente a la escuela, cuesta abajo, pisando yuyos a unos veinte metros alcanzo a ver el lugar; la antigua ventana, fue tapada con una serie de ladrillos, más abajo se ve el muro construido en piedra con un borde en cemento que muestra la unión entre ellas; viste Mauro? Las cosas se hacían bien.
Esquivando partes de heladeras viejas retornamos a la camioneta, mientras sacamos cantidad de Amor Seco de nuestras ropas, saludamos a Susana y Blanca, luego partimos rumbo a los perales.
En la curva de la herradura hicimos un alto, donde están las nuevas cabañas, antes, el almacén de Moreno, llegando al chalet de Agusti tomamos unas fotografías del tradicional portal, que linda casa, alguna vez estuvo en venta pero en aquellas oportunidades no estaba a nuestro alcance. Doblando a la derecha nos internamos en la bajada al río, reconozco algunos cambios en el camino y llegamos a un par de tranqueras que como de costumbre la gente se auto encierra, marca divisiones para detener solo a las buenas personas, frente al arroyo dejamos la camioneta, y tratamos de descubrir la piletita donde estaba la toma del ariete; la compuerta está destruida, adentro llena de piedras y tierra, mira Mauro aquí aprendimos a nadar, le explico que este sistema de bombeo, no necesita de energía extra, aprovecha el desnivel del agua, así se puede elevar a los depósitos de la casa, sin costo energético. Más adelante busco una gran piedra de donde nos tirábamos de cabeza al río, justo al frente del ariete que golpeada y golpeaba al levantar el agua; esas piletitas las hacíamos amontonando piedras en forma de pared y las rehacíamos después de cada creciente, ¡estos grandes árboles siempre estuvieron¡ caminábamos descalzos entre sus raíces, , Mauro me tomó varias fotos incluso en la piedra donde tantas veces las chicas tomaban sol.
Regresando río arriba, advierto que han restaurado el viejo puente, ahora se puede pasar cómodamente, más adelante la Casita de Piedra frente a los perales, hoy solo hay pinos, siguiendo río arriba alcanzo a ver lo que fue la pileta de Bello, desde el arroyo ya se vislumbra su construcción con paredes de piedra, ¡que placer descubrir que hoy está perfectamente mantenida¡ desde el portón cerrado en ausencia de sus dueños, miramos al interior, un hermoso jardín, la pileta llena, el agua fresca llegando desde el arroyo por los viejos canales de piedra, una verdadera joya, esto me pone muy bien, ¡viste mauro que se puede! Solo hay que tener amor y respeto por lo que está plantado, entusiasmados por el lugar quizá no le dispensamos la fotos que se merece, con aire renovado llegamos a la entrada de Mousampé cruzamos el arroyo entre las piedras y encontramos la tranquera, la original, el camino de vehículos aún esta destruido por las crecientes del río, camino adentro han crecido grandes árboles que interrumpen el paso, continuamos por el costado de arroyo, rodeando el terreno de Mousampé hoy en poder de los curas Roble, el sendero y las ramas que entre cruzan me transportan al tiempo pasado, cuando lo recorríamos con los chicos a buscar avellanas; hasta allí llegamos, al lado está el vado en donde se nos quedara el chivo del viejo años atrás, cuando vinimos a lavarlo, completamos las tomas y retornamos a la camioneta.
Ya cansados por la caminata del día regresamos, el tiempo había volado y eran las tres y media de la tarde, por lo que al pasar por Unquillo paramos frente a la terminal a comer algo, en un lindo bar acompañados por una cerveza y comentamos las vivencias de paseo.
A ver… estoy tratando de ordenar mi cabeza y mi corazon… Estos relatos ademas de hacerme conocer historias, personas y personajes del lugar donde elegi vivir, me han transportado a momentos de mi vida que han sido muy similares. Aunque en diferentes geografias, las vivencias de las caminatas hasta el rio (Primero en aquel entonces) detrás del campo de deportes del La Salle en Villa Belgrano, los mismos remedio para las picaduras de abejas, las travesuras de las siestas…. Me alegra tanto descubrir en usted esa persona que sabe revivir los momentos felices, trasmitirlos a los suyos y seguramente mantenerlos siempre presentes en el dia a dia…
ResponderEliminarRealmente gracias por compartirlos; me quedo ansioso a la espera de las fotos producto de esa visita con Mauro para poder acercarme aun mas cuando pase por esos sitios tan llenos de buenos recuerdos.
Otra vez gracias y espero algun dia poder contarle a mis hijos lo bueno que es crecer libres de espiritu como usted
Marcelo Gutierrez desde Cabana