Entre Amigos
Rodolfo
Como en todo lugar y en todo tiempo, existen historias barriales que enriquecen y alimentan la cultura de los pueblos, ocurre sistemáticamente; solo que en este caso se trata de nuestra propia historia, la de nuestros recuerdos, que a lo largo de los años un par de amigos atesoramos y de tanto en tanto desempolvamos para disfrutar de los recuerdos, entre mates, vinos y asados.
Como en todo grupo de amigos, siempre está el mayor y el cola de perro, el más chico, Tomás y Yo Rodolfo, somos las puntas cronológicas de este grupo, que el destino nos permitió continuar la amistad a través de la vida. Apoyados en la memoria de Tomás que parece un baúl sin fondo y en la mía que no se queda atrás dejaremos plasmados los recuerdos como homenaje a nuestro tiempo juvenil.
Tomás dice así, Me he decidido, a instancias de mi “primo “Rodolfo a contar, historias de nuestra niñez y juventud, ocurrida en Alto Alberdi. Según sus dichos, siempre le costó escribir lo que pensaba o quería decir; lo cierto es que hoy peinando canas y a los postres, de una reconfortante cena, vamos soltando el cuerpo como quien no quiere la cosa, contra el respaldo de la silla, esquivando con la mirada, los cogotes de algunas botellas de vidrio grueso, que medias vacías yacen en retirada sobre el mantel. A Tomás se le achican los ojos como puñalada de tarro, dejando ver allá en el fondo un brillo parpadeante, y es allí en ese momento, cuando comienzan a florecer los recuerdos, Che Rodolfo te acordás de aquella vez cuando estábamos… ó salgo Yo con,….. Todavía me parece estar viendo aquella tetona que vivía a la vuelta de….. Así pasa el rato, que para nosotros sin dudas resulta divertido, pero quizá un plomazo para los demás comensales, que solo les queda observar a estos dos locos vehementes que entre carcajadas, gestos y manos en la cabeza navegamos en viejas narraciones sexagenarias.
Los hechos nos sitúan, entre los años 50 al 70 en la zona de Alto Alberdi, otrora barrio la Toma , allá por Duarte Quirós al tres mil, barriada por donde transcurrieron hechos que prendieron fuego en nuestros corazones, los que mantienen aun el calor de aquellos años de juventud.
Allá quedaron anclados como señuelos los barriletes que el viento mantuvo en vuelo, a donde volvemos de tanto en tanto, para abrevar en nuestros orígenes y así reafirmar nuestros rumbos.
Allí amasamos nuestros anhelos, nuestras ilusiones, allí soñamos con el pecho erguido los rumbos más ambiciosos, todo era posible, todo, incluso el hoy, ¡nuestra amistad! con sabor a vino, con sabor a viejo, con sabor de abrazo, con sabor de hermano.
Con la intensión de no aburrirlos a los postres de algún asado, compartiremos con Ustedes anécdotas en la palabra escrita, tesoro viviente que el tiempo no apagará, haciendo nuestras las palabras del poeta Solo moriré cuando muera el último recuerdo de mí.
La mística y la fantasía de los recuerdos mejora con el tiempo como los buenos vinos, que como las monedas, los relatos también tienen dos caras, ¡esta es la nuestra!, nuestras anécdotas, basadas en los acontecimientos vistos bajo el punto de vista de dos jóvenes, que hoy abren el baúl de los recuerdos en rueda de amigos con cariño y la mejor intensión, por lo que algunos nombres de los personajes mencionados, pueden ser cambiados para evitar complicaciones.
En Alto Alberdi de aquellos tiempos la Duarte Quiroz era todavía de tierra, acostumbraban los vecinos a sentarse, por las tardes en la puerta de sus casas ¡a la fresca! sacaban los sillones de mimbre, aprovechando la ocasión para conversar y saludarse. La relación era casi familiar, amena y respetuosa aunque nunca faltaban los comentarios en voz baja y mirando para abajo y tapándose la boca con disimulo.
Duarte Quiroz era una calle ancha, casas con grandes veredas, grandes árboles y jardines que algunos vecinos extendían en sus veredas, también se encontraban algunos con bancos de piedra y ligustros, donde algunos novios desaparecían y los más chicos durante el día nos escondíamos en nuestras andanzas.
Por aquella época el camino a La Calera atravesaba nuestro barrio, serpenteando, entre las calles Dean Funes, León Pinedo, Caseros, Maestro Vidal, desembocando en camino a Don Bosco, donde estaba la estación de servicio de los Porta, hoy continuación de Duarte Quiroz, aún quedan algunos carteles de hierro indicando alguna curva del camino como si se tratase de alguna localidad serrana.
Esta ruta sin duda había generado un centro comercial de importancia, coincidiendo con el final del recorrido del tranvía dos que daba la vuelta en Veintisiete de Abril y León Pinedo.
En otros tiempos esta era zona de quintas, organizadas con un sistema de riego por canales; de allí el nombre La Toma.
En aquella época todavía se podían ver restos de los canales de riego que hacían nudo de derivación, justo en la esquina de Maestro Vidal y Don Bosco, allí había una salida por maestro Vidal hacia abajo y otra continuaba por Duarte Quirós pasando frente Bertucci, D´Elia, Porta y Herrero, continuando en la siguiente cuadra.
Si bien las quintas habían desaparecido con el avance del caserío, estos canales aún estaban visibles, en aquellos años, especialmente en los sifones para el cruce de las calles. Bastaría con cavar en frente al monumento de Don Bosco para descubrir restos de aquellos acueductos históricos.
Calle abajo por León Pinedo, encontramos, la calle Caseros en esta esquina doblaban los Leyland, colectivos de la línea seis de la CATA ; con una paraba justo al frente del Sanatorio Alberdi, altura 2930 aproximadamente, en la esquina la farmacia de don Jacobo Urovich; al frente el dispensario al lado el Dr. Baquiani, verdaderas referencias de aquellos tiempos. En la otra esquina doblaba el tranvía dos, justo en Veintisiete de Abril, esta esquina había tomado mucha importancia, representaba un verdadero centro comercial del barrio, la ferretería de Carivalli, en frente el legendario quiosco de revistas de Don Carballo, la tienda Atti, y pegado el bar con grandes ventanales y la peluquería de Gorga, con su clásico esterilizador de navajas y tijeras que parecía un marciano plateado, el cartel de Glostora y ese típico tubo con rayas oblicuas amurado al frente; siguiendo por la misma vereda la comisaría once, otra ferretería una tienda y tantos negocios más, al frente la tintorería del japonés, todo esto sobre la león Pinedo.
Un poco más arriba, la panadería La Valenciana , y como para olvidarla, tenía una hija a punto caramelo que reventaba la tierra, todo era impecable, estilo europeo, mostradores de mármol, una caramelera con tubos de cristal llena de caramelos alargados envueltos en llamativos colores y el azúcar brillante de las gomitas de mascar, me parece estar viendo las típicas bananitas de color amarillo claro, las gallinitas rellenas de licor; las masas, un verdadero lujo para el barrio.
En frente estaba la carnicería de Nardulia, única de Alberdi con cámara frigorífica, infaltable a la puerta El Horacio, con un par de jugadores menos en el banco, vestido con jardinero azul, siempre atento para saludarte y preguntarte Che pibe, A donde Vas? Ó que hora es.
No podemos dejar de nombrar al Mono Relojero Moscardini gringo llegado en los años cincuenta y en la otra cuadra, la panadería la Robai , y el almacén de los Genrre.
Calle destacada si las había, allí estaba el cruce del Tranway, ícono de la época, los Leyland, la línea “E” generaban una suerte de ombligo del barrio. Sumada la calle Dean Funes al dos mil ochocintos por donde estaba del Cine Select el bar de Los Porteñitos. La casa de fotos, el Kerosenero De La Fuente y la bicicletería de Bralisch.
Al barrio Alto Alberdi no le faltaba nada, en un radio de pocas cuadras se encontraban la iglesia, escuela, plaza, dispensario, bares, policía, biblioteca, médicos, partera, músicos y cantantes, sin olvidar las proveedurías, el kerosenero, la carbonería, la forrajearías, incluido un tambo, estaba todo al alcance de la mano.
Tomás
Me he decidido, a instancias de mi “primo “Rodolfo a contar por medio de estas líneas, tomándome el atrevimiento de hacerlo por escrito, historias de nuestra niñez y juventud, ocurrida en Alto Alberdi.
Digo el atrevimiento, pues en muy pocas oportunidades en mi vida salvo dos o tres cartas, y de todo lo técnico medico, necesario para el desarrollo de mi profesión, jamás me he tomado el trabajo de de plasmar en papeles lo que pensaba o quería decir.
Alto Alberdi, el solo nombrarlo me traslada a aquellos años, en los que libremente crecíamos bajo pautas claras y sencillas, respeto y amistad por sobre todas las cosas, reglas básicas que los viejos nos daban, mientras cumpliéramos con el colegio el resto se acomodaba. Con una mirada retrospectiva diríamos, una Infancia feliz, crecíamos con amor, cariño de nuestros padres, y de sus amigos avenidos en tíos del cariño.
Eramos familias de nivel medio que no vivíamos en la opulencia, pero gracias a Dios, en aquellos años gozamos y disfrutamos de un bienestar poco usual.
En nuestra casa Tristán, mi padre, quien se desvivía por sus tres hijos, había hecho instalar juegos infantiles como hamacas, tobogán, sube y baja y además contábamos con bicicletas, coches a pedal, remo ciclos, sulky ciclos teníamos además toda la parafernalia de juegos infantiles que se pudieran conseguir en esas épocas.
Había modas o temporadas en los que algunos juegos se predominaban sobre otros: algunos meses sobre todo los ventosos sobresalían los barriletes. Tristán era el hábil personaje que los confeccionaba con rara habilidad, pues no era fácil hacerlos, había que conseguir las cañas adecuadas en cuanto a madurez, rectitud y tamaño de las mismas, de acuerdo a si se hacia un papagayo, una estrella o u medio mundo, los mas comunes, pero había otros mas sofisticados, además no existían como ahora vendedores de barriletes hechos como en serie.
El confeccionar uno de estos artefactos por parte de papa era toda una ceremonia, hacer el engrudo con que se pegaba el papel (no debía quedar empachado)
Pasaje Mordini
Este pasaje se cortaba en sentido de Duarte Quiroz al topar con lo de Bertuci, justo en esta cortada, teníamos nuestra sede de operaciones, allí hacíamos nuestros partidos de fútbol, quemábamos yuyos en San Pedro y San Pablo jugábamos al trompo, y todo lo que la imaginación de aquellos amigos surgiese.
Usina de de historias, que conectadas como telaraña, provocaron una reacción en cadena forjando los pétalos de aquella flor que como perfume al aire nos hizo volar y crecer.
Nombres de personajes que estuvieron presentes en nuestros tiempos, como patrimonio de esa barriada; sin duda los viejos de hoy, que mezclados en anécdotas, pertenecen al tesoro histórico de nuestras memorias.
Los Mordini
Me referiré ahora a mi relación con los Mordini, yo era mucho menor que todos ellos, aproximadamente entre 10 y 15 años, pero a pesar de ello gozaba de la amistad y buena predisposición de algunos de los hermanos, sobre todo de Poldo, Kakin y Chocha.
Fueron ellos quienes con su afición a la música clásica despertaron en mi el placer y la superación de espíritu que provoca este tipo de manifestación artística
Todas las noches en la galería de su casa paterna se reunían y escuchan grabaciones en discos 78 a los grandes de la opera y la lírica italiana, fue así como aprendí a conocer y a gustar profundamente de la voz de los grandes como Caruso, Beniamino Gigli, Tito Schippa Carlo Bergonzi.
Ellos me aceptaban en su sesión de música y canto y no solo me permitían concurrir sino que me explicaban los pormenores de la letra y partituras.
Parece increíble para quienes hayan conocido a esta familia tan particular, aceptar y comprender en ellos esa pasión por la lírica. Durante varios años fui un asiduo concurrente a esas veladas, donde se reunían todos los hijos del matrimonio Mordini, aveces Poldo, el mayor acompañado por Kakin entonaban las letras con hermosas voces de tenor.
Kakin
Era Kakin el 3° o 4° hijo, no recuerdo exactamente bien, pero si era uno de los mas particulares de esa familia tambien particular. Hombre mas bien alto delgado, enjuto, bien plantado, muy “buen mozo”, pero adolecía de algunos problemas, no se bañaba ni aseaba de manera diaria, se afeitaba cada cuatro o cinco días, y rara vez se cortaba el pelo, de modo que casi siempre lucia un aspecto sucio, desaliñado y a veces casi repulsivo, pero lo compensaba con su personalidad y su carácter afable.
En una ocasión en que estábamos en la esquina de casa, al frente de la de los Mordini, apareció un personaje elegante, camisa blanca, corbata roja, pantalón gris claro, peinado y afeitado, era Kakin!!!!, quien se dirigió a nosotros para pedir que alguno fuese a comprar cigarrillos, pero claro no podía con su genio y su personalidad, nuestro asombro ante ese cambio radical en su aspecto, desapareció inmediatamente, cuando se dio vuelta para regresar a su casa, lucia un enorme agujero en la espalda de la camisa.
Era Kakin un claro exponente de las debilidades humanas, se comentaba que era una persona a quien la naturaleza había provisto de una virilidad de un tamaño desusado, por eso, era de ver los automóviles con mujeres que paraban en su casa y que luego de unos llamados de bocina aparecía nuestro personaje con su aspecto desmañado y sucio, subirse al automóvil y partir raudamente.
Los Bertuci
Eran los Bertuci una tradicional y a la vez prominente familia del barrio.
Recuerdo con toda nitidez a Doña Rosa Mordini, hermana de Leopoldo Mordini, quien al enviudar, quedó como cabeza de los Bertucci. Esta matrona, de porte imponente, graciosamente obesa, al estilo de mi abuela Josefina, y de aspecto casi militar, comandaba la tropa. Su marido, de profesión constructor fue quien diseñó y construyó la hermosa residencia de la esquina de Duarte y Quirós y Velez, donde vivían los Mondazzi.
Vivian en una casa también de diseño y construcción muy particular, yo diría de avanzada para la época y el lugar donde fue hecha.
En esa casa convivían, además de Doña Rosa, quien a esta altura ya era viuda, Santiago, hijo mayor, solterón, y José, el menor, alias Don Pepe, quien a su vez estaba casada con Rita Yofre, dama emparentada con familias patricias de Córdoba.
De ese matrimonio, habían nacido tres hijos : Mavi, un poco más grande que nosotros, por lo tanto casi no la frecuentábamos, Santiago, amigo de toda la vida y casi el eje de mi descripción de los Bertuci, cuyo mote era y aun es “calefón” y Pepito el menor, también un personaje muy particular.
Desde siempre estaba a su servicio Catalina y pequeña hija quien era una persona todo servicio para esta familia, desde ocuparse de la tareas domesticas, actuar como dama de llaves, cocinera y hasta por allí creo que sin equivocarme de desfogar al solterón y enseñar algunos menesteres a los jóvenes Bertuci.
Desde todo punto de vista y por donde se los mirase era esta familia totalmente distinta en su idiosincrasia y forma de vida.
Ejemplos hay miles, vayan aquí algunos. Calefón se llama Santiago José, y Pepito, José Santiago, llevando ambos los nombres del padre y del tío pero en sentido inverso, no sé si será por falta de imaginación (cosa que seguramente no les faltaba) o por una muestra de megalomanía.
Pepe padre, era a su vez un personaje extraño a mis ojos y mi mente.
Alto, bien plantado, buen mozo, vestía muchas veces con una camisa sobre cuyo bolsillo superior izquierdo llevaba una serie de presillas para colocar sus pipas, pues era adicto a esa forma de fumar tabaco, lo que le confería un tono de voz ronco y una forma muy particular de hablar pues lo hacia emitiendo sonidos y efectuando breves chupadas a la pipa. Con mucha frecuencia vestía breeches de color claro, con medias tres cuartos con diseños romboidales y siempre calzado con zapatos de golf combinados blanco con marrón o negro.
Hombre de mente abierta, inteligente, yo diría casi un adelantado para su época, de gran cultura, pero a su vez intransigente en sus pensamientos, para él no había pluralismo, siempre el decía la verdad y sólo la verdad, recuerdo haber estado presente en acaloradas y profundas discusiones entre él y mi padre, quien era más liberal y discutía con fundamentos.
Pepe Bertuci junto con su hermano habían conformado una empresa constructora, que en aquellas épocas de la dictadura peronista y por ser Pepe un apasionado de la doctrina del general, ganaron la licitación para la construcción en la Provincia de Córdoba de todas las viviendas de los planes Eva Perón.
Fue así que en muy poco tiempo, hicieron una enorme fortuna, lo que los llevó a vivir de manera millonaria y asombrosa para aquella época
Vivian en una casa edificada en un enorme terreno, que yo diría que era casi una manzana.
El estudio de Pepe estaba construido bajo el nivel de la vereda, idea imposible para aquellos tiempos y su techo formaba una amplia terraza a metro y medio de altura sobre la vereda, donde Pepe se pasaba tardes enteras sentado en cómodas sillas, observando el transcurrir del tiempo y de la gente.
Era la única casa con pileta de natación por esa zona y de la cual, como amigos disfrutábamos todo el verano.
Con Santiago (calefón) nos une una larga y estable amistad, que perdura a través de los años.
Calefón, era sin duda uno de los más notables y especiales componentes de la familia.,.
Creció en medio de la vorágine que los había envuelto a todos, el crecimiento de su fortuna, sin embargo y a pesar de actuar desde los once o doce años (y aun hasta hoy como “patrón de estancia”) era una persona sumamente generosa.
Recuerdo las infinidades de veces que al medio dia de los sábados invitaba a almorzar a un grupo de diez o doce amigos que compartíamos la mañana sabatina en un bar y restaurante de moda,”Dixie” frecuentado por la juventud de aquellos años, echo que se repetía con frecuencia.
Rodolfo
Nombraremos una cantidad de personas contemporáneos de aquellos tiempos, y con seguridad me olvidaré de tantas que a lo largo del relato y cuando la memoria nos ayude iremos agregando.
Los Porci, Los Riol, don Pepe y Santiago Bertucci, Los D´Elia y los Leone, Los Porta, Los Herrero, El mende y doña Ida su Mamá, Los Simonasi, Don piedra buena, cantor lírico, Los Fasola, Los Pinto Los Martí, Liliana Percello, La Cata De Vita, el Tabo, Vidal y la Lina Aparicio , la Chospa , Los Suadez, Doña Teresa y el Tito Dow, los Suarez, Los Ríos Gomez, Hugo y Edi Polatini, los Dobla, Cristino Brito, El Cholo, la Lica y La Chichi Torrella , Don Bulchi, Los Robai, Los Genrre, De Lafuente, Los Fracchia, Los Lechi, Los Poggio, Los Cosa, los Lopez, los Billata, Spelding, Los Huehara, La Cachela y la Paula Bazán , El Bigote de Paja, Rodolfo El carbonero. Los Zetti, Los Maldonado Los Baske, Los Simon, Los Ferrari, Los Sirito Marquez, Los Molina, La Mondazzi , El cura Chiavasa, La Potota , Negrita, Medardo y Lalo Moyano, Doña Claudina, su hija Gina, y don Pepe Calvi, El Nono Herrera y la Nona Rosa Braco
El Mario y el Claudio Italianos, La tía Nena Miguez, el Tío Tristán, la Beta y el Daniel Britos, el Pito, Lalo y Miki, la Chocha , el Caquin y la Nena Mordini , el Eduardo y el Ofito ó Rodolfo Leone, Mario y Eduardo Podio, Pequiné y el Oscar Pereira, la Chospa , doña Gimira Cañon de Guevara, el Machi, La Gaba de González y sus hijas, Pepe, Malale y Daniel Moyano, Perla, Gringa, don Sebastián Porta y doña Catalina , el Pololo, la Norma La Elvira Herrero, el Mende y el Minino, la Perla y la Gringa Porta , el Pepe y el Calefón Bertuci los Rizo, el Rodolfo de la carbonería, el palo vestido, las Molina, la Graciela Mondaci , (calefón), la Tutina Porci y su papá el zapatero, Anita y el Negro venenoso y la Mainé ,
El tiempo y la fantasía juegan un papel importante en los recuerdos, haciendo honor a nuestra raíz emotiva, acompaño este relato en forma de sátira testimonial, con todo cariño.
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Como recordando las cosa bellas de mi pasado, les dejo esta sátira testimonial, en ella menciono a personajes de mi barrio Alto Alberdi, que con seguridad la imaginación volará y formas le dará; el relato está inspirado en las hermosas lunas,…… orgullo profundo de mujer,……. al que titulo.
Las Tetonas
Yo soy de Alto Alberdi, barrio alegre si los hubo, donde se paseaba la Maine , donde orondo fumaba en pipa Don Pepe Bertuci y en el pasaje Mordini escuchaba música clásica la Chocha y el Caquín.
Soy de allá, donde las tetonas lucían imponentes y vaporosas, puntiagudas y redondeadas atraían nuestras miradas, con las pupilas afuera, mientras con la mano por un bolsillo deshilachado, apretábamos el ganso bravío, en eterna primavera.
Nací en aquella Darte Quiroz de tierra, donde el Pepe y el Calefón paseaban sin razón, en el Morris 8 de su viejo, a pura llanta pelada, cubiertas no tenía, mientras Don Pepe Bertuci placidamente su siesta dormía.
Famoso era mi Abuelo, el sastre Don D´Elía viudo un par de veces, bragueta envenenada le decían, buscando un nuevo amor, a las tetas de la Rosa le escribía, versos en prosa y rima donde seguro el ojo y alguna mano metía.
Prominente era la Rosa , de pendejo la miraba y en los viajes a Cabana cerca de ella me sentaba, con el codo le rozaba semejantes grandes tetas, los ratones me corrían desde el ceso a la bragueta.
Siempre me gustaron la viejas, pero ni el apunte me llevaban, una vez de abalanzada a una amiga de mi vieja, no me pude contener y la mano metí en la teta, no falto que me acusara, a mi vieja por supuesto, que quilombo se me armo esa vez, con aquella vieja pinchada,….. ¡ no sabía compartir !
En aquella zona, las pechugas florecían, las chatas no existían, nombres propios le poníamos, a las viejas por su aspecto, la Mis Tambo , La Pezonuda , hasta la Bananita por su forma, sin olvidarme de la italiana La Puntuda , y la Viuda del Doctor, mujeres que a mi entender pasaban del talle ciento veinte, que hermosa sensación...ni a kerosén ardiendo, nos tendrían tan calientes.
La ciencia acusó la falla de aquellas pobres despechadas, Oscarcito el cirujano, con habilidades de escultor, ya de jovencitas las mejora con el bisturí en la mano. Enseguida se les nota, y las muestran sin recato, esas prominentes lunas, que tanto esperaron,…..¡ ahora suyas !,… porque las pagaron.
En mis tiempos la regla ya era clara; minas altas, patas flacas, poco culo, tetas grandes; mejor culo, menos teta, más sabrosas, más sensuales; las petizas son sorpresa, hay que verlas subidas a una mesa. Si es “pa” novio prevenirse, a la vieja hay que mirarla, si la cosa no convence, pegarse el piro y rajarse.
Ya por suerte pasó la moda, inventada por los trabas, las chicas de las pasarelas ya se ven más armadas; yo vengo de aquel barrio donde brotaban las tetonas, en los tiempos de franelas, de zaguanes y meta joda, en Alberdi la cosa estaba clara, puto había uno, maría luisa le llamaban, el gordo no jodía y en el tranvía lo cargaban
Si en casa de estudiantes aparecía alguna loca, enseguida la noticia iba de boca en boca, postulantes se amuchaban, rebuscando en los bolsillos, algún vuelto olvidado; enseguida dividían los novatos a un lado, los amigos empujaban y por la ventana algunos se rajaban. Aprendices de galanes que el cuero no les daba. Las maestras te enseñaban a meterte en la tarea, en la próxima juntada se anotaban a primera.
El delirio era infinito el ingenio no faltaba, por sortear algunas vallas, si de ponerla se trataba. Sin motivo conocido por el frente no golpeabas, por los techos se llegaba más discreto todavía, para visitar alguna vieja que consuelo no tenía; no faltaba la metida, que en el barrio comentaba, usted sabe vecina, por los techos se escapaban.
De ninguna yo me olvido en mis ratos de descanso, aunque parezca yo dormido en mis recuerdos viajo, como no mirando nada, con los ojos entre abiertos, se me escapa una sonrisa, de alguna cagada yo me acuerdo. Agradezco haber vivido atesorando mis recuerdos de aquel barrio Alto Alberdi, donde brotaban las mujeres.
Por ser el más chico de aquel grupo, cola de perro yo quedaba, mi terapeuta me decía, déle adelante con todo, no se quede!, me acordé en aquel momento de mi amiga la Margó , que buena estaba la vieja, que lo parió; siempre la recuerdo en una tarde de verano, con respeto me decía, Usted métale con todo “mijo” de pararla yo me encargo.
Menos mal y toco madera, las minas desde chico me gustaron, La Masoya me contaba de chiquito mañas tenía, mientras ella me alzaba, la mano en el escote le metía; parienta ó no parienta eso no importaba, si las lunas mostraba con fantasías las miraba, me acuerdo de la Norma tía del cariño sería,”ppuag” que lo parió! que par de tetas tenía.
Presten atención porque esto es histórico, Yo lo vi., no me lo contaron, nunca supe el porqué,…. quizás el agua,…. quizás el clima,….. pero en Alberdi esto acontecía.
Modista debía ser la vieja, por su habilidad con la costura, yapaba dos corpiños para hacerlos más profundos todavía, que vieja desgraciada, que tetazas que tenía, no podía mirarse los pies, si se agachaba se caía.
En Alberdi de aquel tiempo mi experiencia yo juntaba, en el grupo era el más chico, maestros no faltaban, si al futbol se jugaba, en el arco me ponían, en el tema de las minas los mocos me comía, al trompo me jodían, el balero no encajaba, con un barrilete casi me mato, que desde un techo remontaba, bajo un ómnibus me caí, gracias a Tomás lo estoy contando, hoy disfruto en mis recuerdos y con ustedes lo comparto de aquel barrio de alto Alberdi, donde brotaban las mujeres.
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Los Fracchia
Con Eduardo “Manará” estuvimos juntos desde la niñez, nuestros padres estaban vinculados por algún parentesco político lejano, y una buena relación afectiva fortalecida por la cercanía de sus orígenes piemonteses, quizá la bagna cauda y algunas pastas amalgamaban sus destinos.
Es imposible relatar nuestras vivencias con Eduardo, sin explicar un poco el panorama familiar.
Los Hermanos Fracchia, oriundos de Fellizano Italia, piemonteses de pura sepa, llegaron a instalarse en Córdoba al menos cuatro de varios hermanos, tres mujeres y un varón; Edubige, María, Marina y Rogantino. Construyeron tres casas contiguas en la calle Duarte Quirós de Alberdi. Rogantino, abuelo de Eduardo, vivió en medio de sus dos hermanas María y Marina.
El Papá de Eduardo, Nino, de apodo pero se llamaba Defendente Fracchia, un nombre un tanto extraño
Aquí agrego una perla que, me aportó Yolanda hermana de Eduardo; resulta que el Nono Rogantino ya estaba casado en Italia, y del matrimonio había nacido a Nino, papá de Eduardo, posteriormente nace una hermana a la que El desconoce aduciendo que no es hija suya. El quilombo fue mayor, resultado de esto, Rogantino se viene a la Argentina con su hijo de cuatro años junto a sus hermanas y Nino no ve más a su Madre. A todo esto en Italia, la hermana desconocida por su padre, con los años se mete a monja y mantiene un diálogo de cartas con la señora de Nino, vía por donde llega una fotografía de la Suora en cuestión, mayor fue la sorpresa al ver que esta se parecía a los Fracchia. ¡Cosas de la vida!.
Volviendo al tema, Nosotros les llamábamos Tíos, por costumbre familiar, a la Tía Marina y al Tío Alberto Lechi, Nonos como les decían sus nietas, a María y su esposo Pascualin eran Tíos, mientras que a Rogantino Don Rogantino, ….así le decían mis viejos, ó Nono Rogantino para los Fracchia.
Aunque en realidad no existía ningún vínculo familiar de sangre entre nuestras familias.
El tío Alberto Lechi, tenía alguna cercanía política con los Bianchi, rama materna del Leone de donde el tío posiblemente sería El.
La relación entre mi abuelo Felipe y ellos se distanció después de la muerte de mi abuela Rosa Bianchi, allá por el treinta y cuatro.
Radicados estos en Alberdi desarrollaron su vida a la costumbre italiana. Las tres casas se construyeron tipo chorizo, una pieza después de la otra, con puertas que las comunicaban, una galería, un gran parral al costado, que daba una fresca sombra en verano, el baño en el fondo y el infaltable sótano.
Como al estilo de las viejas familias. Las casas estaban unidas al fondo por puertas sencillas que permitían una vida muy mezclada. La famiglia unita.
Cuando las familias fueron creciendo y quizá por algunas diferencias, de esas que nunca faltan, estas puertas se fueron cerrando, y así la independencia fue mayor.
En los sótanos, cada uno hacía celosamente su vino, por supuesto a la costumbre Italiana, menudos problemas debían sortear ante el nuevo clima cordobés, las cosas no salían muy bien, y algunas veces salía vinagre, pero igual lo tomaban, como buenos piamonteses, no iban a torcer el brazo... mmmm buono il vino, questo é meglio che´l Tuo.
El Tío Alberto tenía una carnicería, de aquellas en que la media res se colgaba con un aparejo de soga, la carne se despostaba con cuchillo y cierra de mano, esas de arco, de unos ochenta centímetros de largo. De frente un mostrador de hierro hecho con planchuelas y ángulo, tenía algunas figuras en círculos, adornando la estructura. Arriba se destacaba una mesada de mármol blanco, una balanza de platos vidriada y un cajón con varias pesas. Recuerdo que siempre había una fuente con la carne molida, a la que sin que me viesen sacaba un puñado para comer. A lo largo de la mesa tenía una madera gruesa donde se cortaba la carne, con una ranura por donde corrían las sierras de mano y un ventilador de techo en medio del local, de esos con el motor a la vista y largas palas.
Aún veo en mi recuerdo, el aparejo de soga a la izquierda atrás de la puerta, una escalera de madera de dos peldaños, el mostrador pintado de blanco, y una tarima en donde se paraba el Nono Alberto, la heladera contra la pared posterior y allá por los sesenta incorporó una sierra sin fin.
En el sótano estaba la máquina de moler carne con un gran volante, donde perdió un dedo la Tía Albertina , de traviesa nomás, y una encorchadora de botellas.
De esa pareja nacieron dos hijas, las tías Nina italiana y Albertina de gestión nacional.
La tía Nina se casó con Antonio D´Elia mi tío hermano de mi vieja, la Nélida , y así pasamos a ser primos “de en serio” con las chicas D´Elia Cristina, Susana y Mirta-
María y Pascualín Poggio tuvieron dos hijos Irma y Mario, este se casó con Noemí un personaje que revolucionó a los viejos gringos. El Tío por su parte, se dedicó a la construcción de casas y con su tradicional bicicleta con porta equipaje, iba y venía todos los días.
Rogantino Fracchia, Vivía con su hijo Nino y su nuera la Chicha , padres de Adriana, Eduardo y Yolanda.
Por aquellos años El Nono estaba retirado de la labor diaria, solo atendía su quinta en un terreno de la cuadra anterior, de unos veinticinco por cincuenta metros. Llevaba su cinto por fuera del pantalón un poco más debajo de las presillas que dejaba aparecer el borde como hojas de repollo. En esa quinta con Eduardo hacíamos todas las travesuras imaginables.
Traspasando la puerta de madera, atada con una cadena y candado, estaban las plantas de granadas, luego el consabido pico de agua y un tanque de cemento medio roto, allí se juntaba el agua para el riego, en las siestas cuando el Nono Rogantino dormía, llegábamos Nosotros, Comíamos todo lo que encontrábamos, rabanitos, pimientos tomates y zanahorias. Todavía recuerdo que no debíamos lavarlas en el estanque de agua, ya que embarrábamos el agua. Encontrábamos de todo naranjas, mandarinas y al fondo unos tunales, que con cuidado comíamos.
Hera una aventura pasar un par de horas allí, hasta que volviese el abuelo, que en realidad era muy piola. Pero como todas las cosas, aquello terminó, allá por los años cincuenta el Nono Rogantino murió y al poco tiempo la quinta se terminó.
Nino por su parte, fue todo un personaje, fuerte, trabajador y esquematizado, rígido en sus pensamientos, había trabajado en Goldman una casa de refrigeración, para ese tiempo ya estaba independizado en el oficio y con su chata Chevrolet del veintisiete, era más conocido en el ambiente que Gardel,
Muy amiguero le gustaba contar cuentos, los que se anotaba y al pasar por la puerta de sus clientes, bajaba le contaba algún cuento, y luego seguía en su recorrido.
Un tipo muy ordenado y responsable, en la época de invierno desarmaba su chata y la reparaba totalmente, tenía tres motores que cada dos ó tres años los cambiaba; su chata siempre estaba lista para salir. Lo único que en invierno te cagabas de frío.
No puedo precisar bien el modelote la chata, 1926 ó 27, solo recuerdo que en ese año el sistema de dínamo y arranque cambió a uno más confiable, motivo por el cuál Nino le cambió el motor. El tanque de nafta estaba instalado arriba del carburador abajo del torpedo, y alimentaba por gravedad al carburador, cuando el flotante no cerraba bien el carburador perdía nafta cuando el motor estaba parado, El le instaló una válvula de refrigeración para el corte de combustible, a nivel de piso, delante del asiento del acompañante; cada vez que arrancabas el motor la abrías con el pié. Sistema sofisticado de seguridad, si no la conocías te podías pasar todo el día dando arranque y el motor no andaba. Un sistema no patentado de seguridad!.
Acostumbraba ir al cine una vez por semana y allá iba con la Chicha en la chata.
Tan estructurado fue para todo que incluso la chata se hizo carne en él, a tal punto que nunca quiso cambiarla por otro vehiculo más moderno.
En su taller, pasto para nuestras travesuras, podías encontrar lo que fuese con los ojos cerrados, tenía un lugar para cada cosa, perfecto y ordenado como El. Colocaba las ranuras de los tronillos de los motores siempre derechas, si lo desarmabas, se daba cuenta.
Mientras tanto nosotros íbamos creciendo, vinieron los tiempos de Cabana y allá por los sesenta y algo, encontrado otra forma de hacer cagadas; por las siestas le sacábamos la chata a Nino para pasear, la largábamos en bajada y arrancábamos el motor algunos metros más abajo. La zona de la escuela Roma era nuestra pista de pruebas, había pocas casas en ese tiempo; cuando estimábamos que Nino se levantaría, la llevábamos de vuelta y estacionábamos con el motor parado para disimular las cosas.
Nino nos apoyaba en todas nuestras ideas de inventores Pardalescos, mientras no despelotáramos mucho el taller…. Y decía Haaa, estos changos, pero siempre muy cariñoso.
Algunos domingos Nino alistaba la chata con unos bancos y partían a visitar los parientes de Malagueño, de donde era la Chicha.
Los Barrales, sus parientes, eran una familia muy grande, entre hermanos, tías y sobrinos parecían una multitud, algunas veces yo también era de la partida.
El itinerario se repetía siempre, antes de llegar visitábamos el cementerio llevando las flores de la casa, llegando a eso del al medio día. Ya en el pueblo, nos juntábamos con el primo Omar, una máquina de hacer cagadas, y entre los tres visitábamos las canteras y los juegos del parque, recuerdo que se nos dio vuelta un barquito de madera, y casi nos parte la cabeza.
Ya al atardecer a eso de las cinco bajábamos las cortinas de la caja trasera, las tías se colocaban un pañuelo en la cabeza y emprendíamos la retirada.
Nino, tomaba mate cocido en las meriendas, pero eso sí con un poco de vino, le gustaba la caza y la pesca, en los fines de semana de temporada preparaba los enseres y se encaminaba al campo.
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Capitulo aparte La Gaba de González, maceta donde floreció la vida de muchos vecinos de Alberdi, la partera más famosa de la época. Allí se vivieron las alegrías más recordadas y también algunas situaciones apremiantes y abortivas!!!!!
Quizá la providencia, la magia y el buen tino, unieron cual puente colgante la imprevisión sorpresiva y el amor esperanzado, iluminando a nuevos padres, con adopciones regidas por el criterio de las buenas personas.
Los Hetrrero/a
El Nono Herrera, Español de Salamanca, llegó a la Argentina con solo 16 años, como polizón metido en un bote salvavidas, durante el viaje los marineros encariñados con en mocoso, le acercaban comida, Entró al país quien sabe como y por algún motivo, recaló a la zona de Toledo donde consiguió trabajo en tareas de campo, allí conoció a Rosa Bracco, con quien se casó años después, radicándose en Córdoba. Trabajó en el ferrocarril y luego se puso un almacén sobre la Duarte Quirós al dos mil novecientos quince, pegado a los Porta.
El Herrera, de constitución media baja, tenía un carácter afable y una gran predisposición a colaborar, mientras que la Nona Rosa era de aspecto un tanto más imponente, hija de italianos y con una numerosa familia original.
Afincados en el corazón del barrio fueron vecinos referentes, conocidos por todos, dado que pusieron un almacén en su casa. La cosa nunca fue fácil para levantar el salón del negocio al frente de su casa solicitaron dinero un prestamista conocido del barrio, en el barrio había dos vecinos que se dedicaban a esta actividad, como colaboradoras, actividad no santa para la época, prestar plata con intereses no estaba bien visto, les llamaban, usureros.
Poco a poco el Nono armó el almacén, con puerta de entrada de madera doble hoja, con postigos desmontables al igual que la ventana a la izquierda del local, adentro encontrábamos un mostrados en forma de ele, comenzando a un par de metros de la entrada por la derecha del local y dejaba un paso sobre el margen izquierdo junto a la pared para el paso de las personas. Sobre la pared de la izquierda estaba la heladera comercial de cuatro puertas enfriada a hielo, más arriba había un afiche de vino Toro con un ovalo central, una cabeza de toro en el borde superior izquierdo y un fardo de espigas de trigo a la derecha, desde este óvalo central salían una serie de rayos en forma radial que adornaba el dibujo. En esta zona se ubicaban los elementos más voluminosos como escobas secadores y algunas otras que no entraban en las estanterías ubicadas tras el mostrador, estaban los cajones con tapas vidriadas donde se colocaban los productos sueltos, que luego con una palas de metal parecidas a las cucharitas del mate sacaban el producto. Es importante tener en cuenta que los elementos de consumo se vendían sueltos, azúcar galletas harinas fideos y todo lo demás, mientras que el aceite tenía dos opciones en botellas de vidrio verdes ó marrones, retornables de un litro y medio ó suelto en diferentes envases, llenados por un flaco y largo bombeador manual, parecido a un inflador. Como era de esperar sobre las estanterías más altas estaban las botellas de caña, grapa ginebra Bols y Llave, una de estas tenía un perfume muy particular, esquivada por los tomadores antes de llegar a sus casas, ya que denunciaban de lejos de donde venían. El vino se vendía en botellas de litro, abastecidas en cajones de madera de doce unidades.
Los productos sueltos como harina, azúcar, fideos, galletas, porotos secos y otros, se entregaban en paquetes de papel, cerrados a los costados como si fuese un repulgue de empanada y al final le daban la vuelta en al aire rematando el cierre, esta forma de envolver era muy particular de estos negocios y requería de gran habilidad para no terminar con todo el producto en el suelo.
No puedo dejar de nombrar los refrescos Refrescola, Chinchibirra, Bidú, naranja Crush y alguna granadina que diluían con agua ó soda
Continuará
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