Amigo Doctoral
Escultor de humanidades y escuchador incondicional de nuestras alocadas
historias juveniles, así te defino amiguito querido.
Apareciste en nuestras amesetadas vidas de pos trincheras cuando el
valor de lo importante tapa lo urgente, tiempos de revisión y de miradas
lejanas, en los que disfrutamos el sabor de la amistad, sabor que acompañamos
con buenas pastas, jamones y vinos.
Detrás de ese pausado hombre doctoral se escondía, una picara sonrisa que
adornada con esos ojos bien abiertos se metía en risueñas anécdotas
impersonales las que mostraban al desnudo al travieso ser interior.
Te dejo aquí mis lágrimas escritas ya que otras no pude derramar, será
quizá que en el fondo estas canas que llevo, me están enseñando a disfrutar de
los momentos del presente para no llorar mañana el no haber podido. Nuestros
momentos compartidos no dejaron nada pendiente, los disfrutamos como quisimos,
las charlas profundas y las risas impostergadas nos permitieron transitar momentos
en los que sin darnos cuenta honramos la vida, porque de eso se trata.
Vacunado de Broncismo, tu humildad estuvo siempre presente en la mesa de
amigos, transitamos los puentes de nuestras diferentes trayectorias laborales, para
disfrutar de los valores esenciales, llenando nuestras mesas de historias
variadas entre un bisturí y un turbo, una máquina y una casa; nuestra moneda corriente
nuestras vidas, el mantel, la comida y en las copas las chispeantes burbujas de
esas botellas de gruesos vidrios con las que adornamos nuestras charlas.
Aunque nos cueste aceptarlo nos vamos acostumbrando que de vez en cuando
nos llegue la triste noticia de que alguien de nuestro grupo está de partida, cada
ves es más cercano, la cronología se cumple inexorablemente, más tarde o más
temprano, pero allá vamos; los balances de nuestras vidas son cada día más frecuentes,
que hicimos!, que nos falta! cuanto juntamos! y tantas cosas más, y en
definitiva nos damos cuenta que el verdadero capital está en los afectos de
esos que lamentan nuestra partida, de
aquellos que valoran nuestra trayectoria, nuestros verdaderos jueces de esta
tierra, y en este caso querido Oscar, creo haber entendido que te has ido en
paz, en paz con los tuyos y con tu dios, nosotros te recordaremos así como
amigo, con cariño y dispuestos a colaborar con los que dejaste si ellos lo
piden, descansa en paz, gracias por tu amistad, tu amigo.
Rodolfo Leone
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