jueves, 3 de diciembre de 2015


Yo te saludo Don Guido Buffo.

 

Hoy te recuerdo señor de tierras lejanas, quizá perteneciente a una tribu de hacedores conquistaste el tiempo en aquel cerro lejano, al dejar tu ancla clavada, marcando el lugar donde vivisteis y amantes con tu forma apasionada.

Tu impronta quedo erguida en el tiempo, perdurando en nuestros días como el faro del amor, que sobresaliente y misterioso yergue en el verde, vives en lo profundo de con tus historias memorables, aunque cerrase los ojos, de tu obre y tu capilla no me olvidaría,

 

Clavado en mi, vaga aún ese niño que observaba absorto tu paso rienda en mano, guiando aquel carruaje alado, que por el serpenteante camino serrano, llagabas a tu refugio soñado; anzuelos de juventud lanzaban mis ojos buscando, desentrañar esa estampa misteriosa del señor del sombrero oscuro; aun recuerdo el día, que con mis primos transpusimos la puerta almendrada de tu capullo soñado,  de pantalones cortos y sombrero en mano, al entrar nos envolvió un misterioso silencio y la majestuosidad que nuestros ojos recogían; con la premisa de no tocar nada, observamos los detalles que saltaban a nuestra curiosa juventud, del piso erguía un gran tronco trunco que parecía un altar, sobre el unos cuadernos y una serie lápices alineados, tres péndulos que giraban,  y el chirrear de nuestros pasos se oía con gran nitidez, y con los hombros encogidos por la timidez, tuvimos la sensación de flotar por su interior que nos sublimaba sin límite, belleza total, algo nuevo e inmaculado que jamás olvidaríamos, desde aquel día tu obra Don Buffo, tuvo un lugar muy especial en nuestros corazones.

 

En esta mi ventana, la ventana de mi tiempo, tu obra siempre estuvo allí, referente misterioso de historias tan dolidas como cautivantes, en el vuelo de tus sueños trajiste la noche estrellada, aquella en que partiera tu hija amada, fijándola como un manto indeleble al piso de tu capullo inmaculado, sin ataduras culturales ni  laureas demostrables, te asomaste a las ciencias y las artes sin límites ni prejuicios, Guido el conquistador debieron llamarte,  al lograr atrapar los temblores con tus péndulos y los colores que en tus muros dejaste.

 

Con el paso de los años, busco el camino que me lleve a ese tu grupo tribal de hacedores ilusionados, que en el corto tiempo de vida terrenal logran obras majestuosas y apasionadas, desde este mi saludo evocativo, quiero sumarme a esos verdaderos titanes, haciendo conocer sus obras y colaborar en cuidarlas, como una forma de aprendizaje, para que en las próximas vidas pueda yo también pertenecer a esa tribu que tanto bien nos hace.

 

Rodolfo Leone

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