Yo te saludo Don Guido Buffo.
Hoy te recuerdo señor de tierras lejanas, quizá perteneciente a una
tribu de hacedores conquistaste el tiempo en aquel cerro lejano, al dejar tu
ancla clavada, marcando el lugar donde vivisteis y amantes con tu forma apasionada.
Tu impronta quedo erguida en el tiempo, perdurando en nuestros días como
el faro del amor, que sobresaliente y misterioso yergue en el verde, vives en
lo profundo de con tus historias memorables, aunque cerrase los ojos, de tu obre
y tu capilla no me olvidaría,
Clavado en mi, vaga aún ese niño que observaba absorto tu paso rienda en
mano, guiando aquel carruaje alado, que por el serpenteante camino serrano, llagabas
a tu refugio soñado; anzuelos de juventud lanzaban mis ojos buscando,
desentrañar esa estampa misteriosa del señor del sombrero oscuro; aun recuerdo
el día, que con mis primos transpusimos la puerta almendrada de tu capullo
soñado, de pantalones cortos y sombrero en
mano, al entrar nos envolvió un misterioso silencio y la majestuosidad que
nuestros ojos recogían; con la premisa de no tocar nada, observamos los detalles
que saltaban a nuestra curiosa juventud, del piso erguía un gran tronco trunco
que parecía un altar, sobre el unos cuadernos y una serie lápices alineados,
tres péndulos que giraban, y el chirrear
de nuestros pasos se oía con gran nitidez, y con los hombros encogidos por la
timidez, tuvimos la sensación de flotar por su interior que nos sublimaba sin
límite, belleza total, algo nuevo e inmaculado que jamás olvidaríamos, desde
aquel día tu obra Don Buffo, tuvo un lugar muy especial en nuestros corazones.
En esta mi ventana, la ventana de mi tiempo, tu obra siempre estuvo
allí, referente misterioso de historias tan dolidas como cautivantes, en el
vuelo de tus sueños trajiste la noche estrellada, aquella en que partiera tu
hija amada, fijándola como un manto indeleble al piso de tu capullo inmaculado,
sin ataduras culturales ni laureas
demostrables, te asomaste a las ciencias y las artes sin límites ni prejuicios,
Guido el conquistador debieron llamarte, al lograr atrapar los temblores con tus
péndulos y los colores que en tus muros dejaste.
Con el paso de los años, busco el camino que me lleve a ese tu grupo
tribal de hacedores ilusionados, que en el corto tiempo de vida terrenal logran
obras majestuosas y apasionadas, desde este mi saludo evocativo, quiero sumarme
a esos verdaderos titanes, haciendo conocer sus obras y colaborar en cuidarlas,
como una forma de aprendizaje, para que en las próximas vidas pueda yo también
pertenecer a esa tribu que tanto bien nos hace.
Rodolfo Leone
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