El Niño y el Viejo
Es difícil determinar, donde
está acumulado el saber, pareciera que el envejecer, nos da un mayor caudal de conocimiento,
saber cosas que una vida entera nos enseñó, y no me refiero a las cosas
específicas que se pueden aprender, me refiero al saber grande, el saber para estar
y transmitir.
Vamos por la vida llevando una
gran cesta, acumulando cosas para nuestra alacena, por si algún día las podemos
necesitar, y eso es normal, pero quizá en lo que erremos, es en dimensionar el “algún día”, porque solo consideramos
nuestra existencia en estos pocos días, los días definidos como “la vida”, pero
más allá existen otras vidas, otras misiones, que nuestro espíritu, alma o como
se llame seguirá, y en rumbo espiral, continuará girando por muchas vidas más,
lo que aprendimos en esta espira nos servirá, y con el girar de nuestras
misiones sabremos mucho más.
En el rodar cotidiano,
empeñados en transitar, vamos olvidando cosas que sabíamos al llegar, y quizá
en el andar perdamos también el objetivo del estar, temerosos enfrentamos el
partir, porque nos hemos olvidado, que nuestra misión va a seguir; cumplimos
nuestra tarea y juntamos experiencia para compartir, para compartir en nuestra
próximas misiones por venir, debiéramos imaginar que en esta vuelta de espiral,
escribimos un libro para nuestra biblioteca del más allá, y bajo este concepto,
hay que mirar y mirar, con los ojos cerrados también mirar, para darnos cuenta
y descubrir la verdad, tal vez en un niño algo podamos encontrar, cuando nos
cuente lo que trajo al llegar, saberes frescos juntados con anterioridad, recuerdos
y dones que luego perderá, cuando esta vida le requiera disponibilidad.
Ciegos debemos ser para no
ver, que muchos viajeros del espiral, muestran capacidades deslumbrantes, que observamos
sin pensar, personas que usan conocimientos descollantes, difíciles de juntar
en tan poco tiempo de vida racional, es que no son de ahora, los juntaron en
muchas espiras atrás.
Quizá debamos cambiar las
fuentes donde abrevar, acerquémonos a los
niños para preguntar, dejemos que hablen y atentos escuchar, porque ellos
además, ven otras dimensiones cómo normal, hablan con seres errantes, que esperan
nuevas misiones a realizar.
Juntemos las puntas de algún
espiral, acerquemos a nuestros mayores que quizá olvidaron el porque
vinieron a este lugar, y predispongamos
a los niños para conversar, que en ese mirarse, quizá sin interpretar, recordarán
sus caminos, esos caminos olvidados que vinieron a transitar.
Rodolfo Leone
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